Luchemos por nuestros hijos, artículo publicado al Doctor Don Luis Miguel de Benito de Benito.

Entre las numerosas zancadillas que los fariseos le pusieron a Jesús con sus preguntas capciosas hoy quiero mencionar la del tributo al César. Como sabéis, la pregunta que le hacen «¿Es lícito pagar el tributo al César?» no es sencilla de resolver porque con un «sí» los fariseos acusarían a Jesús ante los judíos de colaboracionista con el gobierno opresor, y con un «no» le acusarían ante el gobierno de soliviantar al pueblo. La respuesta de Jesús ante el metal que le muestran y la efigie que ahí figura es: Reddite ergo quae sunt Caesaris Caesari, et quae sunt Dei Deo, Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios (se lee en Mateo 22, 21). Y le aclara a Pedro en otro pasaje la conducta a seguir con los impuestos y por qué (Cfr. Mt 17, 24-27).
      A menudo las respuestas de Jesús parecen un poco eclécticas, imprecisas, abiertas a la interpretación del oyente. Sin embargo, en otras ocasiones no se anda por las ramas y es tremendamente tajante y explícito, nada ambiguo, como cuando habla sobre el escándalo. Escándalo es cualquier dicho o hecho que incita a otros a pecar, a ir contra la ley natural y la ley de Dios. Sigue siendo el evangelio de San Mateo el que lo refiere en el capítulo 18. En el versículo 6 dice: «Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar». Y en el versículo 10: «Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.»
      En Roma se han acuñado monedas (tributos) animando a poner a los niños inyecciones innecesarias. Monedas conmemorativas, conmemorativas de la iniquidad, para que quede patente por los siglos que un día estuvo «la abominación donde no debe» (Vuelve a ser Mateo 24, 15, está sembrado hoy). La ciencia ya ha dejado patente que los niños no han tenido problemas con el COVID y los están teniendo, y muchos, con los pinchazos. Lo mismo se está viendo en los soldados y miembros de las fuerzas de seguridad: se está minando, carcomiendo su naturaleza. Estas vacunas no han venido a proteger de nada y están creando una pandemia de tullidos y enfermos que no sabemos cómo afrontar desde la medicina asistencial. Comentando los datos de sobremortalidad que se registra, de esa mortalidad excesiva, inesperada e inexplicada, un colega me decía macabramente que cuantos más se mueran directamente menos tendremos que atender. Es la cultura de la desesperación, del miedo y la confusión. ¿Por qué la Santa Sede sigue las mismas directrices de los organismos internacionales que buscan fomentar el aborto, la eutanasia y la muerte a la infancia? Maledictus qui facit opus domini fraudulenter (Jeremías 48, 10): ¡Maldito el que hace la obra de Dios con fraude!

En estos momentos de falta de pastores, de rebaño ciego, de ovejas sin pastor, recuperemos la plegaria tradicional de la Iglesia de la letanía de todos los santos con la que acabo este artículo: «Ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris, Te rogamus, audi nos». Para que te dignes humillar a los enemigos de la Iglesia, es un ruego que, en atención a la infancia, no va a ser desoído.

Fuente: https://elcorreodeespana.com/politica/72195683/En-defensa-de-la-infancia-Por-Luis-Miguel-Benito.html

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